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Un hecho digno de ser recordado. 90 años de la publicación de las excavaciones de Las Cogotas.

Se cumplen 90 años de la publicación de la memoria de los trabajos de excavación en el castro de Las Cogotas por parte de Juan Cabré Aguiló y su colaboradora e hija Encarnación Cabré. Es digno de ser recordado por un hecho fundamental, su excavación supuso la identificación de la Cultura de la Edad del Bronce conocida como Cogotas I, fundamentada a partir del descubrimiento de una serie de cerámicas de pasta negra, brillante, decoraciones incisas, excisas o boquiques, en ocasiones rellenas de pasta blanca. Se trata de uno de los temas que más apasionan a los investigadores de la Prehistoria Reciente peninsular. No en vano, aunque el área nuclear lo situamos en la Meseta Norte y el Alto Tajo, se detecta la expansión de sus barrocas fuentes y cazuelas por toda la Península Ibérica, con focos destacados en la desembocadura del Guadalquivir o el Alto Ebro[1].
Por otro lado, la memoria es el primer trabajo científico centrado en la cultura de los verracos –o vettones-. Sus textos, dibujos o planimetrías se han utilizado hasta la saciedad por los investigadores dedicados a este período, hasta el punto de que sus hipótesis sobre la articulación del hábitat o estructura social apenas han sido revisadas de forma muy somera hasta hace pocos años.

Pie de foto: Plano de Cogotas presente en la monografía -Lámina II-. Como vemos, el mismo está firmado por su colaborador Emilio Camps Cazorla.
Antecedentes a los trabajos de la familia Cabré.
Gracias a esta obra, podemos conocer las circunstancias previas a la intervención de los Cabré. Por ejemplo, las noticias más antiguas sobre el sitio datan de 21 de noviembre 1876. Un acta de la Comisión Provincia de Monumentos de Ávila recoge la necesidad de auxilio económico y permiso de excavación en Las Cogotas y el Castillo a instancias de la solicitud del médico Fausto Rico. En diciembre del mismo año, Andrés Garcinuño, licenciado en Farmacia y natural de Cardeñosa, comunica en la Real Academia de la Historia la aparición de una figura de jabalí, trozos de toros, objetos de piedra, barro y metales. El propio Garcinuño, hace constar la realización de una pequeña excavación en aquel sitio junto con el sacerdote López Mela y Fausto Rico. Sin embargo, el propio Cabré –con buen criterio- menciona como falsa la atribución al castro de ciertos hallazgos tales como una pizarra con caracteres alfabéticos, monedas romanas o una figura viril, incompleta, de estilo clásico. El destino de la colección iba a ser la Academia, pero según comunica Gómez Moreno a Juan Cabré, los objetos encontrados se extraviaron en Madrid.
Igualmente, se narran las vicisitudes que desde 1876 sufrió el verraco que representa la imagen de un jabalí y que a día de hoy se conserva en la Plaza Adolfo Suárez de Ávila. Relata que la escultura fue llevada al poco de su descubrimiento a las inmediaciones de la ermita de Nuestra Señora del Berrocal o del Cristo. Que en 1877 quiso adquirirla el Conde de Oñate, encontrando la oposición de la Comisión de Monumentos. A instancias de Alfonso XII, el gobernador ordenó el transporte del jabalí a la capital. Los funcionarios encargados del caso se toparon con la oposición en masa del pueblo de Cardeñosa, quien a posteriori se vio obligado a ceder “por la imposición de las armas, ante el envío al citado pueblo de varias parejas de la Guardia Civil”. La monarquía, que casi siempre se ha salido con la suya en el reino de España, ganó la partida. El propio rey pudo contemplar el verraco junto a la portada de la Academia de Intendencia de Ávila –hoy Archivo General Militar-. Rebajado el subidón, fue llevado a la puerta del Museo Teresiano. En el momento en que Cabré redactó esta memoria, el verraco esperaba almacenado junto con otras esculturas, sepulcros románicos, árabes… en un solar cercano a la plaza del Mercado Grande. ¿Continuará el periplo de esta escultura? Sería deseable que así fuera, y aunque es verdad que a día de hoy forma parte del paisaje y la identidad de los abulenses –de la capital-, en nuestra opinión, estaría bien que volviera al sitio del que nunca debió salir.

Pie de foto: Encarnación Cabré junto al verraco encontrado en el Castro de las Cogotas, expuesto a día de hoy en la Plaza Adolfo Suárez de Ávila. (Fuente: Fototeca del Patrimonio Histórico. Recuperado en: http://www.mcu.es/fototeca_patrimonio/ImageServlet?accion=41&cabecera=N&txt_id_imagen=1&txt_rotar=0&txt_contraste=0&txt_zoom=10&appOrigen= Consultado en abril de 2020).
El relato continúa con la denuncia de otras intervenciones en el castro, como la que en 1882, por indicaciones de Fausto Rico, realizó Rotondo Nicolau sin plan o método científico. Para Cabré, la única intención era la búsqueda de objetos, resultando de la misma la destrucción parcial de la muralla de la acrópolis, así como la remoción y derrumbe de los muros de viviendas con los que tropezaban durante la “exploración”.
La primera intervención científica en el sitio. 1927 a 1930.
Los trabajos de la familia Cabré comenzaron en verano de 1927. Durante la primera campaña se delimitó el perímetro de la acrópolis con sus entradas correspondientes y se excavaron 18 viviendas. En 1928 se desarrolló la segunda campaña, determinando la muralla del segundo recinto para establecer una planimetría del yacimiento y la organización del sistema defensivo. En esta misma campaña se excavaron más casas, las enclavadas a la derecha de la entrada principal de la acrópolis y que según el autor, debieron pertenecer a los potentados del castro, teniendo en cuenta la riqueza de los ajuares localizados.

Pie de foto: La familia Cabré con los operarios que participaron en los trabajos de excavación. (Fuente: Fototeca del Patrimonio Histórico. Recuperado en: http://www.mcu.es/fototeca_patrimonio/Visor?usarVisorMCU=true&archivo=CABRE/preview/CABRE-6239_P.jpg Consultado en abril de 2020).
La campaña de 1929 estaba destinada al establecimiento de la evolución cronológica del sitio. A partir de las colecciones cerámicas se pudieron determinar claramente dos fases: una con cerámicas arcaicas presentes en los ajuares domésticos de la acrópolis adscribibles a la Edad del Bronce –lo que después se llamó cultura de Cogotas I- y otra a la Edad del Hierro. La destrucción y abandono del poblado ocurriría en algún momento del s. III a. C., relacionado con las incursiones de Aníbal en el territorio. Lamentablemente, los trabajos no pudieron determinar con claridad la secuencia estratigráfica. Tal y como nos cuenta el propio Cabré:
Invertimos casi toda la campaña de 1929 en estudiar los fondos de multitud de viviendas, en particular las indudables de mayor pobreza, (…), por si algunas sólo fueron habitadas en la Edad del Bronce, y en ninguna de ellas se confirmó esa hipótesis: no tenían estratigrafía complicada , un solo nivel arqueológico sin duda perteneciente a la cultura de la Edad del Hierro, a pesar de que en el mismo convivían la cerámica negra, con grabados profundos o finos, en parte rellenos con pasta blanca, y la hecha a torno de la época La Tené. (Páginas 19 y 20).
El 22 de junio de 1930 se descubrió la necrópolis, excavándose más de 1500 tumbas individuales de la Edad del Hierro. Según menciona el propio autor, en la memoria de 1930 se limitó a la exposición del estudio sobre el castro, publicándose la excavación de la necrópolis en el año 1932.
Se pueden cuestionar algunos aspectos de la publicación tales como la ausencia de planimetrías de las casas excavadas -salvo las escalonadas-. Tampoco representó la localización de los cortes estratigráficos, ni se ofrece la distribución de materiales en planta. No obstante, hay que reconocer el elaborado plano del oppidum, la determinación cronológica del sitio desde finales de la Edad del Bronce hasta la II Edad del Hierro, que a grandes rasgos fue acertada, o la rapidez de publicación de una obra voluminosa, bien documentada y organizada para los estándares de la época (Ruiz Zapatero 2004).

Otro aspecto digno de mención es el reconocimiento que hace el propio Juan Cabré a la labor de su hija Encarnación como auxiliar técnico de excavaciones arqueológicas, así como la realización de dibujos y cuadros sinópticos de las series cerámicas encontradas. Estamos ante una de las pioneras de la arqueología española junto a otras como Pura Lorenzana o María Luisa Oliveros[2]
Se recoge en el texto:
En atención a la colaboración prestada por dicha señorita, y para que sirviera de estímulo en sus estudios universitarios, no tuvimos inconveniente alguno en autorizarle a que redactase y leyera en el IV Congreso Internacional de Arqueología calebrado en Barcelona en 1929, con la comunicación “Cerámica de las Cogotas con grabados solares”. (Página 22).
Además, Encarnación intervino en el XV Congreso Internacional de Antropología y de Arqueología Prehistórica celebrado en Portugal en 1930 con otra comunicación en la que el castro de las Cogotas aportaba la mayor parte del sustento documental. El título de la misma: “El problema de la cerámica con incrustaciones de cobre y ámbar de las Cogotas y la Península Ibérica”, comunicación de la que se mandó un extracto a la revista “L’Antropologie” de París. Su vínculo a la provincia de Ávila durante el desarrollo carrera profesional fue permanente, por ejemplo, excavó con Antonio Molinero y el propio Juan Cabré en La Mesa de Miranda. La oscuridad en la que se sumió la España de la posguerra, su casamiento y la crianza de 8 hijos nos privó del talento de la que fue una mujer adelantada a su tiempo. No obstante, la muerte de su padre en 1947 influyó en su vuelta a la arqueología con el objetivo de mantener vivo el recuerdo paterno, para lo cual publicó entre 1949 y 1950 monográficos como la memoria de excavaciones arqueológicas de La Mesa de Miranda (Cabré et alii 1950), escribió para revistas especializadas y participó en numerosos congresos. A partir del año 1975, con sus hijos ya crecidos retoma sus investigaciones hasta su muerte en el año 2005[3].
Las intervenciones en el sitio se han sucedido hasta la fecha. Entre 1986 y 1990, un equipo de la Universidad Complutense de Madrid dirigido por Gonzalo Ruiz Zapatero y Jesús R. Álvarez-Sanchís documentó la existencia de barrios a extramuros, un alfar de más de 300 m2 detectando la estandarización de producciones cerámicas a torno y datando el momento final de la vida del castro en algún momento del s. II a. C. (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995). En el año 2004, Rosa Ruiz Entrecanales realizó sondeos entre los dos cogotes buscando una aclaración estratigráfica de los momentos inicial y final del sitio. Según Ruiz Entrecanales (2005) se registraron dos ocupaciones claras, una en el Bronce Final y otra en la II Edad del Hierro. Además localizó dos hornos y el sacrificio ritual de un cánido, interpretado como rito fundacional del poblado. En los últimos años, se ha acondicionado el sitio para la visita con limpieza y reconstrucción de lienzos de la muralla o una señalética, que si bien para los técnicos de turismo y patrimonio es adecuada en estos tiempos modernos, se aleja de aquellos hitos románticos que rezaban “Las Cogotas. Castro Celta. Respetad el lenguaje de las piedras”. ¡Cuánto relato en tan poco texto!.

Pie de foto: Cartel al que hago referencia al final del texto. Desgraciadamente ya desaparecido. Autor: Juan Pablo López García.
Juanpa.
Referencias:
-Albarquero Moras, F. J. (2005) Cogotas I. La difusión de un tipo cerámico durante la Edad del Bronce. Monografías, Arqueología en Castilla y León 4. Junta de Castilla y León. Valladolid.
-Cabré Aguiló, J. (1930) Excavaciones de las Cogotas Cardeñosa (Ávila). I El castro. Memoria, Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. Madrid.
- (1932) Excavaciones de las Cogotas Cardeñosa (Ávila). II La necrópolis. Memoria, Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. Madrid..
-Cabré Aguiló, J., Cabré de Morán, Mª. E., Molinero Pérez, A. (1950) El castro y la necrópolis del hierro céltico de Chamartín de la Sierra (Ávila). Acta Arqueológica Hispánica V. Madrid.
-Díaz-Andreu, M. 2002. Historia de la Arqueología. Estudios. Madrid, Ediciones Clásicas.
-Esparza-Arroyo, Á., A. Sánchez-Polo y J. Velasco-Vázquez (2018) Damaged Burials or Reliquiae Cogotenses? On the Accompanying Human Bones in Burial Pits Belonging to the Iberian Bronze Age Archaeologies. Journal of the World Archaeological Congress 14. Pp.: 346–76.
-Ruiz Entrecanales, R. (2005) Guía Castro de las Cogotas. Cardeñosa, Ávila. Cuadernos de Patrimonio Abulense 4. Diputación Provincial de Ávila, Institución Gran Duque de Alba.
-Ruiz Zapatero, G. (2004) “La construcción de la cultura de Cogotas”. En El arqueólogo Juan Cabré (1882-1947). La fotografía como técnica documental. IPHE, UAM, Museo de San Isidro. Madrid. Pp.: 195-219.
-Ruiz Zapatero, G. y Álvarez-Sanchís, J. R. (1995) “Las Cogotas: oppida and the roots of urbanism in the Spanish meseta”. En Cunliffe, F. y Reay, S. (Eds.) Social complexity and the development of towns in Iberia. From the copper age to the second century A. D.. Oxford University Press. Oxford. Pp.: 209-235.
[1] Existen decenas de artículos temáticos además de una voluminosa monografía editada desde la Junta de Castilla y León (Albarquero Moras 2005). En la actualidad diversos investigadores están planteando perspectivas de género
en los estudios de Cogotas I. Algunas aportaciones indican que las mujeres habrían sido las portadoras de esas cerámicas en matrimonios con personajes de comunidades ajenas, mientras que otros estudios afirman que las féminas habrían podido ser las garantes de la fecundidad y reproducción de la Tierra a través de complejas ceremonias donde se manipulaban sus restos (Abarquero Moras 2005 y Esparza et alii 2018). Alejandra Sánchez Polo nos contó sobre estos temas en nuestro programa mensual en la Cadena Ser de febrero de 2020: https://cadenaser.com/emisora/2020/02/20/ser_avila/1582194023_081321.html?fbclid=IwAR3pU4dbS63XOKYd6fnp3s1Uiw41Q5SXarYvPLCE2SxrdB6ahuZ2tkg0AKs (Consultado en abril de 2020).
[2] Sobre Pura Lorenzana véase la entrada en el blog del proyecto hermano Castro de San Lourenzo: http://sanlourenzo.net/arqueologas/?fbclid=IwAR0yRdrRlbFSdo6OBKOqtWx_UsnJ8DIe48QI1-JoL5o69UokT2hVeL9vPk0 (Consultado en abril de 2020). Sobre María Luisa Oliveros, Díaz-Andreu (2002: 58 y 59) escribe las dificultades que tuvo durante sus años de universitaria, cuando Obermaier reunía a sus compañeros dejando de lado a las alumnas a las que acusaba de “elementos perturbadores”.
[3] http://dbe.rah.es/biografias/38435/encarnacion-cabre-herreros (Consultado en abril de 2020).